jueves, 19 de enero de 2017

Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar

Altamente Recomendable:
★ ★ 
Es, por mucho, uno de los mejores libros que he leído en mi vida.


Esta hermosa recomendación fue doble, la primera vez hace años por mi escritor y ser humano favorito Edgar Trevizo y, la segunda, por parte de un amigo que he tenido toda la vida y que acabo de conocer, Enrique de la Torre el español más mexicano que conozco.


Sobre la autora:
Marguerite Yourcenar nació en Bélgica pero era francesa y luego se nacionalizó Estadounidense. Ella vivió entre 1903 y 1987 por lo que la guerra marcó gran parte de su vida. Memorias de Adriano se escribió entre 1924 y 1929 con retoques posteriores y se publicaría hasta 1951 obteniendo con ella el reconocimiento internacional. Yourcenar es la primera mujer en ser parte de la Academia Real Francesa en 1980.

Memorias de Adriano se trata de Adriano el emperador romano del sigo II. Estas memorias que dan una sensación de epistolario (pues le escribe al futuro emperador de Roma), hablan de toda su vida: su etapa formativa, su tiempo en el ejercito, su ascenso al poder, su pensamiento político, sus amores y, por su puesto, también su muerte.

Esta belleza está llena de reflexiones sobre la vida, la paz, el amor, los sueños, etc., y por más que nos enamoremos de Adriano, no podemos olvidar que esta obra maestra pertenece -aventuraría a decir que enteramente- a su escritora: Margarite Yourcenar. Si es que Adriano era como ella lo pinta o no, carece de toda trascendencia, puesto que lo era en su imaginación y eso basta. Esta hermosa estela de palabras perfectamente acomodadas ha valido ya todos los siglos de la existencia del hombre.

Ya sé, ese párrafo anterior se lee demasiado romántico pero no me juzguen sin antes haber leído esta joya de la literatura. Marguerite Yourcenar escribió estas memorias con base en una serie de documentos y grabados antiquísimos de la época de Adriano y también de aquellas otras que hacían referencia a este gran emperador, así que no se descarta del todo que Adriano haya sido algo así como la autora lo pinta.

Elegí esta cita del libro porque me parece ad hoc a la época en nos encontramos. Espero que les guste y se animen a leer este libro:

"Me repetía que era en vano esperar para Atenas y para Roma esa eternidad que no ha sido acordada a los hombres ni a alas cosas, y que los más sabios entre nosotros niegan incluso a los dioses. Esas formas sapientes y complicadas de la vida, esas civilizaciones satisfechas de sus refinamientos en el arte y la felicidad, esa libertad espiritual que se informa y que juzga, dependen de probabilidades tan innumerables como raras, de condiciones casi imposibles de reunir y cuya duración no cabe esperar. Destruiríamos a Simeón; Arriano sabría proteger Armenia de las invasiones alanas. Pero otras hordas vendrían después, y otros falsos profetas. Nuestros débiles esfuerzos por mejorarla condición humana serían proseguidos sin mayor entusiasmo por nuestros sucesores; la semilla del error y la ruina, contenida hasta en el bien, crecería en cambio monstruosamente a lo largo de los siglos. Cansado de nosotros el mundo se buscaría otros amos; lo que nos había parecido sensato resultaría insípido, y abominable lo que considerábamos hermoso. Como el iniciado en el culto de Mitra, la raza humana necesita quizás el baño de sangre y el pasaje periódico por la fosa fúnebre. Veía volver los códigos salvajes, los dioses implacables, el despotismo incontestado de los príncipes bárbaros, el mundo fragmentado en naciones enemigas, eternamente inseguras. Otros centinelas amenazados por las flechas irían y vendrían por los caminos de ronda de las ciudades futuras; continuaría el juego estúpido y obsceno y cruel, y la especie, envejecida, le incorporaría sin duda nuevos refinamientos al horror. Nuestra época, cuyas insuficiencias y taras conocía quizá mejor que nadie, llegaría a ser considerada por contraste como una de las edades de oro de la humanidad. 

Natura deficit, fortuna mutatur, deus omnia cernit. La naturaleza nos traiciona, la fortuna cambia, un dios mira las cosas desde lo alto. Atormentaba con los dedos el engarce de un anillo en el cual, cierto día de amargura, había hecho grabar aquellas tristes palabras. Iba aun más allá en el desencanto y quizá en la blasfemia, y terminaba por encontrar natural, si no justo, que tuviéramos que perecer. Nuestra literatura se agota, nuestras artes se adormecen; Páncrates no es Homero, Arriano no es Jenofonte, cuando quise inmortalizar en piedra la forma de Antínoo, no pude encontrar a Praxiteles. Nuestras ciencias están detenidas desde los días de Aristóteles y Arquímedes; los progresos técnicos no resistirían el desgaste de una guerra prolongada; hasta los más voluptuosos de entre nosotros sienten el hartazgo de la felicidad. Las costumbres menos rudas, el adelanto de las ideas durante el último siglo, son obra de una íntima minoría de gentes sensatas, la masa sigue siendo ignara, feroz cada vez que puede, en todo caso egoísta y limitada; bien se puede apostar a que lo seguirá siendo siempre. Demasiados procuradores y publicanos ávidos, senadores desconfiados y centuriones brutales han comprometido por adelantado nuestra obra; los imperios no tienen más tiempo que los hombres para instruirse a la luz de sus faltas. Allí donde un sastre remendaría su tela, donde un calculista hábil corregiría sus errores, donde el artista retocaría su obra maestra todavía imperfecta, la naturaleza prefiere volver a empezar desde la arcilla, desde el caos, y ese derroche es lo que llamamos el orden de las cosas."

-Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar.



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